Fue el invierno de 1997, no había apenas tráfico, tan solo una furgoneta en un stop que se mantenía quieta. Dentro su conductor observaba a los peatones cruzar los pasos de zebras. Sabía que allí estaba ella.
De pronto la vio con aquel paraguas amarillo que era tan característico de ella. Se quedó quieta en el paso de peatones, llovía mucho, el asfalto estaba muy resbaladizo. De pronto se escucho un grito. Era un hombre saludando desde la otra parte de la acera que cruzó saltando por encima de los charcos hasta encontrarse con su amigo. Hacía un frío terrible, pero ellos estaban hablando como si el día fuera soleado.
Miro hacia la chica del paraguas amarillo y se percató de que no iba sola, pues llevaba en brazos aquel ser diminuto que tan buenos momentos les había hecho pasar juntos. Ares se pegaba contra su pecho intentando mantenerse calentito. De pronto alzo sus hermosos ojos y lo vio, se dirigió hacía el furgón a paso rápido pero con cuidado de no resbalar. Abrió la puerta del copiloto, puso a Ares en el asiento y cerró su paraguas. Después de saludarse cogió a Ares en brazos y se sentó a la vez que pensaba: Hace calor aquí. Comenzaron a moverse hasta que se perdieron por aquellas calles. Por fin estaban juntos.
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